La producción de la industria alimentaria belga fue la más baja desde 2017. La batalla por el precio de compra más bajo es una de las causas: «Las cadenas de supermercados se abastecen cada vez más en el extranjero.»
Rentabilidad bajo presión
El panorama no es del todo malo: la facturación de la industria alimentaria belga aumentó un 2,5% el año pasado, hasta los 82.900 millones de euros. El sector también creó 400 puestos de trabajo, un logro notable en un año en el que el resto de la industria manufacturera perdió 10.000 empleos. Las exportaciones crecieron un 1,6%, hasta 39.600 millones de euros, casi la mitad de la facturación del sector. La inversión aumentó un 1,4 %, hasta 2.100 millones de euros. En Bélgica sigue habiendo 3.979 empresas alimentarias, lo que supone un descenso del 2,3 %.
Aunque la producción cayó a niveles de 2017, el sector sigue siendo un motor económico y representa el 25 % de la facturación total de la industria en Bélgica. Se trata de un notable aumento con respecto al 17 % de hace una década, según el informe anual de la federación sectorial Fevia. Sin embargo, la rentabilidad está sometida a fuertes presiones: desde 2019, cayó un 36 %, lo que llevará a una rentabilidad media del 2,32 % en 2023. Por ello, las inversiones se orientan cada vez más hacia el control de costes y la eficiencia.
Poder de negociación
Fevia señala el creciente poder de negociación de las cadenas de supermercados frente a las empresas alimentarias: «Hoy en día, las cadenas de supermercados se abastecen cada vez más en el extranjero y se unen en alianzas de compra europeas» La organización afirma que la lucha por comprar al precio más bajo no tiene ganadores: «Aumenta la presión tanto sobre la industria alimentaria como sobre la agricultura, sin mejorar el poder adquisitivo de los consumidores.»
Además, las empresas se enfrentan a unos costes de producción más elevados en Bélgica y a unas obligaciones administrativas cada vez mayores, derivadas de una legislación y unas obligaciones más complejas a escala europea, nacional y regional. Por ello, la federación reclama unos precios de la energía competitivos, una reducción de la desventaja de los costes laborales, la desventaja fiscal y las cargas administrativas, una cooperación europea fuerte y unas relaciones comerciales justas en la cadena.